Opinión

La energía que queremos

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La energía que queremos

 

Ernesto-Sanz
Ernesto Sanz

Resulta ineludible pensar, en el contexto de la construcción de un plan de gobierno, en cuál es la infraestructura energética que necesitamos para sostener y desarrollar el modelo de país al que apuntamos. Pensar en la Argentina que queremos, nos exige pensar en la matriz energética que queremos para ella.

Y es que la disponibilidad, la calidad y el precio de la energía tienen profundos impactos en todos los sectores de la economía y de la sociedad. Es por eso que cuando la misma se subordina a sólo uno de estos aspectos, pasa de convertirse, como hemos visto en los últimos años, de un instrumento en una restricción, impactando en él mismo y en todos los demás.

Durante la última década hemos visto cómo la energía fagocitó gradualmente gran parte de la balanza comercial del país, convirtiéndose en un lastre para la economía, en lugar del motor que debería ser.

Las crecientes importaciones energéticas encontraron sólo un aliciente en un contexto de desaceleración de la economía, de un invierno “cálido” y de precios internacionales bajos. Aun así, terminaremos 2014 con un déficit de la balanza comercial energética de alrededor de 6.300 millones de dólares, constituyendo el problema energético una gran aspiradora de divisas.

Asimismo, cada uno de los pesos que el desmanejo del sector obligó a que se destinen a subsidios energéticos, se traduce hoy en menos fondos destinados a infraestructura clave, en menos hospitales, en menos escuelas, y en jubilaciones que no alcanzan a cubrir el salario mínimo, vital y móvil.

La caída de la producción de hidrocarburos, la constitución de un parque eléctrico cada vez más caro, improvisado y contaminante, el estancamiento de las energías renovables, los problemas de distribución eléctrica y los subsidios, tienen todos un denominador común: sus principales causas son políticas. No existen hoy causas técnicas (que no sean resultado de la mala política) que las justifiquen.

En ninguno de esos casos el gobierno ha atinado a actuar cuando debía hacerlo, reaccionando siempre tarde y mal. Así, hemos llegado a un punto crítico, y es precisamente en esa urgencia constante, en la que se fundan la discrecionalidad que reina en el sector, y las presunciones de corrupción, que vamos a investigar en todas sus consecuencias.

Al problema energético, que es un problema político, lo vamos a solucionar con planificación, con instituciones fuertes y con reglas claras, que permitan al inversor saber que las condiciones en las que realicen sus inversiones no van a estar permanentemente sujetas “a tiro de resolución”.

Vamos a fundar este nuevo desarrollo energético en la planificación, y haremos aprobar estos planes desde el Congreso de la Nación, para que se transformen en una herramienta de

Estado permanente, con consenso político, social y ambiental.

Un sólido Ministerio de Energía, otorgando el máximo nivel institucional a uno de los

mayores problemas del país, junto con agencias específicas encargadas de promover la

actividad y formar los recursos humanos que necesitamos, que actúen sobre problemas específicos, como los hidrocarburos, las energías renovables, la gran hidroelectricidad y la eficiencia energética, constituirán las bases institucionales acordes a la relevancia del sector.

Deberemos revisar los actuales esquemas de precios y tarifas de la energía, para normalizar la delicada situación actual de las cuentas nacionales y de las empresas del sector, y garantizar el acceso a la energía a precios justos para todas las personas y empresas del país, estableciendo un esquema de tarifa social que proteja a los sectores más vulnerables.

Vamos a revisar también los ineficientes esquemas de importaciones actuales de energía, cuyo principal exponente es el costoso GNL, para asegurarnos de que las mismas se realicen de manera eficiente y transparente.

Una mirada estratégica sobre el problema hidrocarburífero tiene que apostar a la sostenibilidad de toda la cadena de valor, a facilitar el acceso al financiamiento, la transferencia de tecnología y a fortalecer las capacidades de la industria local para producir sus propios equipos.

Si Argentina realmente tiene el potencial hidrocarburífero que esperamos, y si se pretende la producción a gran escala de hidrocarburos mediante técnicas no convencionales y en el offshore , el país va a necesitar una plataforma de tecnología y de servicios de igual magnitud, capaz de sostenerla.

La energía puede constituir una importante fuente de divisas y de generación de empleo, así como un catalizador de la innovación tecnológica.

Para esto, debemos no solo poner en valor nuestros vastos recursos convencionales y no convencionales, sino también construir una matriz energética más limpia, favoreciendo el despegue y el desarrollo de las energías renovables, y devolviendo la certidumbre a nuestro campo, uno de los principales productores de biocombustibles a nivel mundial, para que pueda desarrollar todo su potencial.

Por último, debemos también comenzar a utilizar la energía de manera más eficiente. Sabemos que reducir un punto la demanda energética tiene muchos más beneficios económicos, sociales y ambientales que incrementar en igual magnitud la producción. Al país que queremos, lo vamos a construir sobre la matriz energética que necesita para desarrollarse.

Senador Nacional por la Provincia de Mendoza y Presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical

 


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